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El trastorno obsesivo compulsivo

 

El trastorno obsesivo compulsivo

 

En ocasiones algunas personas sienten que tienen la cabeza llena de pensamientos negativos. Se sienten impulsados a hacer las mismas cosas sin que haya motivos que lo justifiquen. 


Estos pensamientos parecen objetos ajenos, que entran y salen de la mente a su antojo, y no pueden ser evitados por más esfuerzos que hagamos. Hay tareas ridículas, como contar baldosas, acomodar de cierta manera las figurillas de un estante o doblar la ropa que de pronto se vuelven cruciales. 


Si piensan en personas cercanas o queridas, las ven al borde de alguna desgracia. A veces creen que ocurrirán cosas graves si no realizan cierta a acción. Aunque no son personas violentas, sienten impulsos agresivos que no habían experimentado con anterioridad.


Todos estos síntomas, y cada uno por separado, hablan del trastorno obsesivo compulsivo, que, como se ve, parece una cosa relacionada con la imaginación (imagino que si no hago esto o aquello pasará esto o lo otro) y, sin embargo, es un trastorno real. Es decir, que esas ideas tiene una gran capacidad de provocar malestar, ansiedad y angustia que son las cosas por las que muchas de estas personas se deciden a consultar con el especialista.


Cuando padecemos este trastorno, los pensamientos dañinos se repiten. Para intentar controlarlos y que no aparezcan, las personas se ven impelidas a realizar acciones. Por ejemplo, si no quiero que pase tal cosa, debo evitar pasar por tal sitio, aunque eso suponga un gran rodeo para llegar a mi casa. Como esto ocurre en el plano mental, estos síntomas se llaman obsesiones. Conocemos algunas personas obsesionadas con la limpieza, con el miedo al contagio por gérmenes. A veces se trata del temor a un accidente, ideas que perturban acerca del sexo, de la religión o de los vínculos familiares.


En cambio, cuando se trata de acciones, esas cosas que se hacen una y otra vez, como lavarse las manos, verificar una y otra vez que todas las luces están apagadas, contar… lo que sea, reciben el nombre de compulsiones.


Las personas que padecen estos síntomas saben que son indicativos de que algo no va bien, y después de un tiempo de observarse, esperando que sea un malestar pasajero, unas “ideas raras” que desaparecerán con el tiempo, pueden tratar de recibir ayuda o de ocultarlo. Al ocultarlo a las personas que les rodean está claro que también intentan ocultárselo sí mismos.

 

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